Georg

Yo vivo en un palo.
Aquí vivo, prácticamente en postura fetal durante todo el día. Y aunque una alambrada roñosa nos rodea y nos impide salir, aunque nuestros propios excrementos no paran de subir y subir, aunque una señora muy rara y con las zapatillas agujereadas viene de amanecida y nos esparce comida que porta en una lata de arenques oxidada, este lugar no es un gallinero exactamente. Tampoco sé muy bien lo que es, no es fácil imaginarlo porque la oscuridad reinante lo impide. Apenas unos rayitos de luz cada día, tenue y breve iluminación que tampoco logro saber su origen. No somos muchos, y nos movemos unos centímetros a derecha e izquierda, de manera muy lenta, sin hacer ruido. En este lugar es importante el silencio, muy importante para no espantarnos. Y casi nunca nos tocamos los unos a los otros, tampoco pisamos el suelo jamás. Ahora pienso en Georg W. Trankl.
Georg W. Trankl ya es muy mayor, más de cien años, eso seguro. Es un viejo que mira a la luna desde el tejado. Georg, en aquellas frías latitudes que habita, ya nació en los tejados y tampoco nunca descendió a la tierra. No le hizo falta. Se dedicaba a arreglar tejados y deshollinar chimeneas, además de capturar pájaros y otras aves que por allí pasaban. Ahora ya es tan mayor como para proponerse la temeridad de pisar el suelo, de comprobar su densidad y su textura. Aunque antes, cuando era joven y las fuerzas le sobraban, muchas veces soñó con ello, hacerlo de una maldita vez y mandar todo al carajo. Emigrar con lo puesto, cruzar las fronteras, encaminarse a otro lugar, bien lejano, en busca de una buena mujer con la que tener y criar a un montón de hijos y construir una casa en un lugar soleado cerca de algún río lleno de peces de colores. Los viejos piensan a menudo en lo que nunca hicieron, a eso dedican su tiempo.
Yo no soy viejo y vivo en un palo. En la oscuridad que ahora invade pienso que, a pesar de las distancias que generan el tiempo y el espacio, todos nos parecemos un poco. Todo el mundo, el mundo entero se parece, por eso es redondo. Tampoco sé exactamente dónde vivo, en qué parte del mundo, pero aquí soy feliz, eso creo. No necesito nada más.

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