Soy la vida herida, soy solo la vida
Si me preguntan diré que estoy siendo golpeado. La editorial que se preocupa más por la comerciabilidad del libro que por la calidad literaria me asesta un puñetazo. El escritor que no llega a las librerías porque no tiene redes sociales me saca un diente de sitio. La presencia masiva de tiendas de ropa me parte el labio. La creación incesante de más y más tecnología me hace escupir sangre.
El aire de la ciudad está contaminado porque no sabemos detenernos. Me obligan a florecer a las dos de la madrugada o en un viaje en autobús o en un descanso de quince minutos.
Nadie cede su asiento en el metro porque todos estamos demasiado cansados. Hace días que duermo solo unas horas; hace días que me piden más de lo que puedo dar. ¿Cómo voy a brillar si no tengo tiempo para relajarme, para inspirarme?
“¡Mira por dónde vas, idiota!”, grita el viandante porque ha tenido un día demasiado largo en un trabajo que no le gusta pero que le da dinero y el dinero es lo más importante porque sin él le quitan el piso, la comida y la poca ilusión que le queda por la vida. Yo tampoco puedo permitirme no vender, así que finjo ser alguien que no soy para gustar y que me compren.
Si me preguntan diré que me están matando. Hay demasiada superficie y muy poca verdad en el mundo que me rodea. Hay demasiada insatisfacción y muy poca felicidad ahí fuera.
Por eso ahora creo que solo puedo ser la herida, todo lo complicado de la vida.
La gaviota que vuela hasta la ciudad en busca de algo que la pueda alimentar.
El semáforo que pasa demasiado tiempo en rojo, esperando a que algo cambie.
El recuerdo de tu amor perdido.
La imagen que no quieres que venga; aquella que luchas por apartar de tu mente cuando la sientes cerca.
Las lágrimas en los ojos, la nostalgia punzante.
El ovillo que te haces en la cama cuando el miedo regresa.
Aunque la presencia de dolor en la vida no significa que esta se haya extinguido. La vida que es solo vida sigue aquí, aguardando el momento indicado para superar el daño. Así que también puedo ser más allá del sufrimiento.
Los pétalos de rosa acariciando las mejillas cuando te encuentras con sus ojos.
Las palabras que a borbotones abandonan tu boca cuando te sientes en casa.
Los pensamientos que brotan de tu mente como flores bien halladas.
La resiliencia.
El acto mismo de soltarse el pelo, subir a lo más alto del puente y, después, saltar al lago de cristalina agua. Aquel que desde arriba parecía tan inalcanzable, tan turbio.
Si me preguntan diré que soy todas las injusticias que cargas a tu espalda y la valentía de rebelarte contra ellas.
Si me preguntan, mejor, diré que soy la esencia humana.

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